Reflexión dentro de mi burbuja

En una ocasión viajaba con un amigo en un bus de transporte ordinario, el ayudante no muy amable, se acercó a nosotros cobrando nuestro respectivo pasaje, al yo decirle donde iba junto a mi amigo el ayudante con la ironía picara en su voz dijo “ok amor”.

Durante muchos años yo temí a las etiquetas, me aterraba que por mi forma de actuar, por mis gustos, por mi forma de hablar, por los ademanes, por mis gestos, por leer, por ver Miss Universo, por ver una y otra vez Diario de una pasión, por llorar cuando se pierde Di Caprio en el fondo del mar en la película del Titanic, por rezar el rosario, por vestir a mi Virgencita, por dormir con un peluche azul llamado obviamente “Blue” y por muchas otras cosas más, yo temía que los demás me etiquetaran, no hace falta poner qué tipo de etiquetas.

Volviendo al episodio del ayudante poco amable, mi amigo al escucharlo y esperar que se marchara me dijo, “sé que te molesta, pero piensa en lo que sos hoy, en lo que vales, en lo mucho que te quieren tus amigos de verdad, por lo que te quieren, piensa en eso y te vas a dar cuenta que lo que digan gente como esta no tiene por qué afectarte”.

Cuando sucedió esto hace mucho yo había perdido el terror por las etiquetas, claro, para llegar a ese punto de autoconocimiento tuve que pasar por muchas situaciones difíciles, es lo que no dicen los libros de autoayuda, que los golpes son necesarios, mucho más cuando existimos personas que creemos que la autocompasión es la solución a nuestros problemas, que el dar lastima, que al contar nuestros problemas y que al hacer drama de nuestras nimiedades encontraremos la solución en el confort de las palabras que nos digan las personas que nos quieren.

Las personas que realmente nos quieren nos dirán primero en que fallamos, quizás nos limpien nuestras lagrimas pero antes nos harán derramarlas diciéndonos sin miedo en que la estamos “embarrando” como decimos a veces los nicas, muchas veces necesitamos dosis de verdad para darnos cuenta que primero debemos de querernos con nuestros defectos físicos para aceptar y modelar nuestras fallas internas.

Quizás nunca yo cumpla mis sueños, bueno he tenido muchos sueños y ya los he descartado casi todos, al final el secreto de la felicidad esta en no buscarla directamente y trabajar a diario por ser mejores, disfrutar lo disfrutable y soportar en la medida de lo posible lo que no podemos cambiar.

En una ocasión una persona a la que amo me dijo, “tienes que entender que acá no podrán respetarte por que por desgracia esta sociedad es cruel con las personas diferentes, tu felicidad está lejos de aquí” pero en mi interior pensé, “tienen que respetarme porque yo respeto lo que nos hace diferentes”.

Las diferencias son nuestra cruz, bueno para mi así lo es, pero ya mi cruz no pesa por que aprendí a amar lo que me hace diferente, lo que si sigue siendo difícil es soportar a los que hoy no pueden soportar que existamos los bichos raros, que leen en las tardes y prefieren un atardecer de manito sudada a una noche de sexo salvaje.

Ver como otros se realizan, persiguen lo que creen es su felicidad, luchan, la consiguen y deslumbran al mundo con una sonrisa de dicha y satisfacción provoca envidia en las personas minimalistas que nos quedamos en el mismo sitio, y que nos conformamos construyendo nuestra propia burbuja protectora, hay personas que nacimos con esa estrella, y que estrellita más indeseable.

Pero bueno, al final tenemos derecho a vivir a como mejor nos parezca y luchar en la medida de lo posible construyendo nuestros propios mecanismos de defensa, a fin de tener una vida aceptable y sin amargarte en el intento.

Cuando me baje del bus el ayudante poco amable me dijo “adiós cosita”, no tuve el valor de volverme y decirle cual era mi nombre de verdad, digo no tuve el valor porque si era necesario que lo hiciera.

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