
Desde su publicación en 1865, Alicia en el país de las maravillas es un referente de la cultura, sus personajes han trascendido a otras formas de arte como el teatro y la música, y hoy en día, si se reduce al público lector, podría asegurar que no hay un lector, por lo menos en el mundo occidental, que no conozca esta obra.
Escrita por el matemático y lógico inglés Charles Lutwidge Dodgson bajo el el pseudónimo de Lewis Carroll, este libro reúne en 12 capítulos, el viaje de una niña de nombre Alicia, que al perseguir a un misterioso conejo blanco, cae por un agujero sin fondo y termina en un lugar de lo más extraño y fantástico, con animales y creaturas, parlantes y antropomórficas, con los cuales Alicia se irá relacionando y a la vez, realizando un viaje dentro de las cosas más extrañas y sin sentido.
Del genero del sinsentido, o del subrrealismo, esta obra, que está dirigida, y de hecho nace, según se cuenta, con la intención de entretener a niños, permite la lectura e interpretación de un público adulto.
En primera instancia estamos ante un viaje, Alicia se ha embarcado en otro de los grandes viajes de la literatura universal, que viendo hacia atrás nos llevan hasta Don Quijote de la Mancha, y si avanzamos más en el tiempo nos encontraremos con Odiseo en su regreso a casa, y Abraham en la biblia. Y es que la humanidad parece encontrar en los viajes del héroe, la esperanza de un cambio, o el final mismo de la espera. Bien, con Alicia tenemos otro tanto.
Lejos de ilustrarnos un viaje de transformación, o de una épica con tintes de moraleja, Carrrol hará de lo absurdo su tema aparente, esa primera lectura que nos deja aturdidos, desde la caída sin fin, don del tiempo juega un papel importante, es que ese lugar extraño y tan fuera de lo común, no parece entender las reglas del tiempo y del espacio, todo está alterado y fuera de lo que, hasta entonces, Alicia había concebido como realidad.
Alteridades fuera del cerebro de Alicia, sería ese un primer atisbo de lo que se puede entender luego de leer este libro, pero seguro que hay más. El rey de corazones y su aparente docilidad pareciera una parodia del Príncipe Alberto, ¿acaso Lewis Carrollo se ría, o más bien critica a la sociedad victoriana dominada por la Reina Victoria?, pero no, la mesa del té no es solo una mesa con un sombrero loco, y más animales parlantes locos, hablamos de la hora del té, hablamos de una hora eterna, de conversaciones que dejan entrever una estructura a la cual el autor parece hacer sátira, reírse. Lo mismo sucede con la figura de la Duquesa, que a todas luces parece ser la rival de la Reina de Corazones y a mi juicio, pareciera lo más cuerdo que pudo lograr a ver Alicia en ese país de cosas maravillosas.
Y si hablamos de la oruga y el gato de la eterna sonrisa, no se acabaría nunca. Este libro da para todo un estudio, es super corto pero a la vez denso en imágenes, en diálogos, y hablo de denso en el sentido de que es un todo simbólico que cada lector podría tener una perspectiva diferente de un mismo episodio. Quizás por eso algunos lectores no puedan conectar con él y se entiende perfectamente, porque no todos los lectores tienen ni tiempo, ni ganas, y posiblemente ni el momento, para entender un libro que, aparentemente su fin último es solo entretener, pero que realmente persigue algo más.
Ha sido una muy buena experiencia esta lectura, fue uno de los dos libros infantiles que tuve la oportunidad de leer el pasado mes de junio en un grupo de lectura conjunta. Junio en este sentido fue de lo más provechoso.