La bibliotecaria de Auschwitz

Opinión Forastera No. 92

La bibliotecaria de Auschwitz. Antonio G. Iturbe. Editorial Planeta. Booket. Barcelona 2013.

La ficción basada en la Segunda Guerra Mundial, la Alemania Nazi y el Holocausto ha producido mucho material, no solo los sobrevivientes de este duro proceso histórico del siglo pasado han plasmado sus memorias, también producciones de cine galardonadas, y no se diga novelas por montones que han llenado los escaparates de las librerías, llevando este drama a los lectores que los conmueve y obsesiona de distintas maneras.

La bibliotecaria de Auschwitz es publicada en  2012 por Antonio G. Iturbe (Zaragoza, 1967). En el que contará las vivencias de Dita Kraus, una superviviente de Auschwitz, el campo de concentración ubicado en Polonia, donde el régimen Nazi deportó y asesinó a más de un millón de judío y otras razas menores.

A decir verdad, luego de haber seguido la corriente del mercado, con títulos que en algún momento se devoraron, que a su vez nos llevaron a ver películas, documentales, hasta sentir el frio de los campos de concentración y la repulsión por la esvástica, encontrarse con este tipo de títulos genera cierta predisposición a: drama de principio a fin, sentimientos a flor de piel, escenas grotescas, o una historia mal contada, en el peor de los casos.

Esta obra se enmarca entre 1944 y principios de 1945, entre Auschwitz y Bergen-Belsen (en la parte final). Nos cuenta la historia del barracón BIIb del bloque 31 de Auchwitz – Barkenau (Auschwitz era todo un complejo de campos, tres principales y 45 satélites). En este barracón, Freddy Hirsch improvisará una escuela para los niños que van llegando al campo, y en la que se administrará una biblioteca que cuenta tan solo con 8 libros en físico, unos cuantos “libros vivientes” (personas capaces de relatar algunas historias de la literatura a los demás). Dita será la encargada de administrar esta pequeña biblioteca, y de su mano, junto a la de otros personajes secundarios, algunos de los cuales también son reales como el temido “Doctor muerte” Josef Mengele y el mismo Freddy Hirsch, iremos conociendo esta experiencia del “campo familiar” como se le conocía.

El libro, además de lo que la temática obliga, es decir, drama, tristeza, aprensión, injusticia, despedidas desgarradores, escenas que te dejan una huella, también tiene otros elementos que la vuelven interesante. Hay un poco de misterio, intenta también el autor reflexionar sobre la vida llevada al extremo y la reacción de los seres humanos. Como una civilización se desmoronaba arrastrando a centenares de personas no solo a la muerte, si no a su pérdida gradual de identidad y dignidad.

Hay que decir que el autor se documentó muy bien para escribir está historia, y la escribió de forma bastante correcta, sin incluir tochotes de párrafos informativos como si lo hace Ken Follet y Ildefonso Falcones (los consumo a ambos, y los amo, pero tiene esta manía terrible de la información explicita como si fuese un libro de historia). Iturbe logra contextualizar la situación, seguramente se toma licencias históricas, pero los eventos trascendentales empalman con los personajes históricos que se pasean en la historia, de los que también desarrolla sub tramas.

Empatizamos con Dita, con su labor, sentimos su dolor, sus pérdidas, y la inquebrantable voluntad de sobrevivir, no la exalta romantizándola, de hecho, no lo hace con ninguno de los personajes, Itubre los desarrolla exponiendo todos los claros oscuros que el ser humano puede explayar en situaciones tan extremas cono el proceso que significó para el mundo el ascenso y caída del régimen Nazi.

Los libros pasan a ser solo el pretexto para contar una historia, donde el autor, aparte de mostrar la esperanza que se resiste a desfallecer en los personajes, también reflexiona sobre la maldad, y ante la misma, incluso entender y cuestionar la fe del pueblo que subyuga que cree en el mismo Dios en el que creen los Nazis (católicos devotos algunos, como parte del delirio nacionalista ario). Lo que tendría que reprocharle sería la deliberada forma de entender conceptos de Dios, diablo, cielo e infierno la cual es muy distinta a como lo entiende la tradición hebraica.

El último contacto de la bibliotecaria con los libros fue mi punto de quiebre, interesante como el autor logró sacarme la lagrimilla ante la realidad que caía sobre los personajes que habían mantenido una ilusión de normalidad en el barracón 31 del BIIb, despedirse de los libros era la despedida la libertad que las páginas impresas les habían dado.

Un libro que me dejó frases geniales que las compartiré una a una en esta publicación en la parte final. Ha sido la segunda lectura terminada del año y estoy contento con haberle dado un chance. Lo leí porque era parte de una lectura conjunta compartida con otros lectores, después de la desilusión que me supuso El Niño con la pijama de rayas hace un par de años, no quería volver a literatura con esta temática, pero valió la pena.

A continuación, las frases, no me privo de ninguna:

No importa cuantos colegios cierres los Nazis… Cada vez que alguien se detenga en una esquina a contar algo y unos niños se sienten a su alrededor a escuchar, allí se habrá fundado una escuela” p 12.

A lo largo de la historia, todos los dictadores, tiranos y represores, fuesen arios, negros, orientales, árabes, eslavos o de cualquier color de piel, defendieran la revolución popular, los privilegios de las clases patricias, el mandato de Dios o la disciplina sumeria de los militares, fuera cual fuese su ideología, todos ellos han tenido algo en común: siempre han perseguido con saña los libros. Son muy peligrosos, hacen pensar” P 14

Vivir es un vervo que solo se puede conjugar en presente” P 25.

Cuando la gente es hacinada, marcada y sacrificada como animales, llegan a creer que son reses. Reía y llorar les recuerda que aún son personas” P 37

Los valientes no son los que no tiene miedo. Ésos son los temerarios, los que ignoran el riesgo y se ponen en peligro sin ser conscientes de las consecuencias. Alguien que no es consciente del peligro puede poner en riesgo a cualquiera que éste a su lado” P 42

En ese lugar tan oscuro donde la humanidad había llegado a alcanzar su propia sombra, la presencia de los libros era un vestigio de tiempos menos lúgubres, más benignos, cuando las palabras sonaban más fuerte que las ametralladoras” P 44.

¿Una niña? ¡De eso nada, señora! Para ser niña hay que tener una infancia” P 62.

Los mayores se desgastan inútilmente buscando una felicidad que nunca encuentran; en cambio, a los niños, la felicidad les brota de la palma de las manos” P 67

A veces, aunque quieras, no está en tus manos ser el más rápido, porque tus piernas no son tan largas o tus pulmones son más estrechos. Pero siempre puedes elegir ser el más fuerte. Sólo depende de ti, de tu voluntad y de tu esfuerzo” P 68

La libertad tiene olor de bosque mojado” P 77.

Los libros guardan dentro de sus páginas la sabiduría de quien los escribió. Los libros nunca pierden la memoria” P 96.

… es fácil medir el tamaño del heroísmo, cuantificarlo en honores y medallas. Pero ¿cómo se mide el valor de los que renuncia?” P 103.

Empezar un libro es como subirse a un tres que te lleva de vacaciones” P 124.

Al final H.G. Wells tenía razón y en verdad existe la máquina del tiempo: son los libros” P 149.

Mientras sigan riendo, nada estará perdido” P 158

Es el problema de los mitos: nunca caen, se derrumban” P 167.

El afán de sobrevivir de los internos provoca tal degradación moral que muchos convierten su miedo y su dolor en un rencor arrojadizo. Creen que hacer daño a los demás es una especie de justicia que alivia su propio sufrimiento” P 177.

De pequeño, los sueños son como la carta de un restaurante: tú señalas lo que quieres y el futuro te lo sirve en una bandeja de plata. Después, se deja atrás la infancia y la vida toma bifurcaciones que no están previstas. El camarero llega a la mesa y te dice que la cocina está cerrada” P 219.

Si tuviera a Dios delante, le iba a decir lo que pensaba de él y de su retorcido sentido de la misericordia” P 223.

Los que se van no sufren…” P 226.

En un lugar como Auschwitz donde todo está diseñado para hacer llorar, la risa es un acto de rebeldía” P 238.

Si Dios existe, el diablo también. Son viajeros de la misma línea férrea: uno en una dirección y el otro en la opuesta. De alguna manera, el bien y el mar se contraponen. Casi se puede decir que se necesitan. ¿Cómo sabríamos que lo que hacemos es el bien si no existiera el mal para que pudiéramos compara y ver la diferencia?…. en ningún lugar en el mundo se encontraría el deomino tan a sus anchas como en Aushwitz” P 242.

La verdad es la primera víctima de la guerra” P 310.

Si miramos la realidad, sentimso asco y rabia. Sólo nos queda la imaginación” P 322.

La guerra no durará siempre, y hemos de prepararnos también para la paz. Los niños han de seguir estudiando porque se van a encontrar un país y un mundo en ruinas, y serán ellos y vosotros, los jóvenes, quienes tengáis que levantarlos” P 335.

Pero la guerra no sólo destroza los cuerpos que siega la metralla y las explosiones, también aniquila la cordura, mata las almas” P 370.

 “Los libros alineados forman un ahilera minúscula, un modesto desfile de veteranos. Pero en esos meses han logrado que cientos de niños paseen por la geografía del mundo, se acerquen a la historia y aprendan matemáticas. También que se adentren en los vericuecos de la ficción y sus vidas se multipliquen en muchas. No está mal para ser sólo un puñado de libros viejos” P 398

“¿Dios es capaz de saber si en el Sabbat has cosido el botón de una camisa para castigarte y no se ha enterado de que se está matando a miles de inocentes y a otros miles se los tiene prisioneros y se los trata peor que a perros?¿De veras crees que no se ha enterado? …..no seas ingenua… Ya estamos en el infierno” P 401.

El destino, o Dios, o el diablo, o lo que sea no le han ahorrado a su madre ni un minuto del sufrimiento de los seis años de guerra, pero en cambio no le han permitido disfrutar ni un solo día de paz” P 450

La vida retorna a su cauce cuando la gente se enfada por las cosas pequeñas” P 455

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