Es bonito a veces poder decir a alguien con propiedad “lei a Phuskin y me fascina la literatura Rusa”, y entonces me entero que no he leído nada de Tolstoi, Gogol y que hasta ahora me decidí por leer “Crimen y Castigo”, pero no puedo negar que me causo placer haberle comentado a un “buenísimo” amigo lector que me fascinan los Cuentos de Chejov cuando en realidad he leído unos pocos y “Extraña Confesión”.
Pero si puedo decir con orgullo que desde el 2009 cuando me descubrí y me asumí como lector, he aprendido no solo a conocerme sino también a defenderme, la lectura me sumió en una burbuja y fue la lectura misma la que me obligo a romperla, y ojo, no fue necesario El Alquimista de Paulo Coelho, creo más bien que fue gracias a El Pájaro del Dulce Encanto del nica Clemente Guido.
Romper la burbuja de hecho te obliga a asumir por fin que la vida está llena de sinuosidades, y que esas curvas te llevan a veces a personas súper especiales y otras veces a personitas desagradables, lo más importante es atreverte a conocerlas y aprender.
Quiero dedicar este articulo a tres amigos, no, más bien a cuatro, al buenísimo que le descubrí a Chejov y que asegura no ser fiable para amante, al “santo súbito” según mi código personal de derecho canónigo en cuya estantería termino Diario de una Ninfómana, al “pachoncito” que odia su barriga e ignora que es su atractivo, y al escritor, de ese que aunque según él no sabe tratar a las personas, pero si a mí me llena de orgullo decir, “tengo un amigo que es escritor”.
Inicio por el escritor, de este he aprendido que los seres humanos somos capaces de subsistir a pesar de nosotros, de nuestros defectos y nuestras limitantes, y no lo digo porque sea un pordiosero, aunque si mendiga lectores, su sueño más profundo, aunque lo niegue, es ser leído, odiado y amado, causar escándalo y revuelo, “hacer lío” detesto esa famosa frase, en fin, mi amigo el escritor vive en su cueva de letras, ama leer, pero sobre todo busca ese personaje que lo lleve a la recta final de un escrito, que se convierta en esa anhelada novela, su primera confesión, aun no lo encuentra….
En cuanto a mi “santo súbito”, él me ha demostrado que se puede perfectamente ser amigo de alguien diferente a pesar de puntos clave que podrían obligarlo a alejarse de mí, pero ahí sigue, puesto es para el más importante las virtudes de las cuales aprende que los defectos que pueda detestar, y aunque no intenta cambiarme si trata de corregirme, también ama leer, y lee sin importar su porte talar, desde Los Miserables hasta el Diario de una Ninfómana.
El Pachoncito cayo no creo saber de dónde en mi vida, compartimos el amor por la Nazarena histórica y discutimos por cómo se debe seguirse a Cristo, sin embargo, ha sido un verdadero Papá, Amigo, Compañero, compinche, confidente, dice las cosas como son, me reprende sin compasión cuando lo merezco pero deja mimarse como mi perrito Vidú cuando llego del trabajo, del él he aprendido sobre todo a que la lealtad es lo mejor que podemos ofrecer a nuestros amigos.
El “buenísimo” es el tipo de personas que de repente aparecen en una esquina, rápido los subes a tu tren pero no sabrías garantizar su permanencia, pues es su naturaleza ser errante, el tipo parece ser bastante inteligente, y de él he aprendido lo siguiente, el confort de la burbuja no tiene precio, te vuelve más intelectual, sin embargo un día decides romperla y puuuuuuum, todo parece cobrar otro sentido, el tipo lee, es buenísimo por razones obvias, y él es consciente de ello, lo que aún no sabe es como hacerle con eso, cosas de la vida, él al igual que yo se dará cuenta que el tiempo en la burbuja resulta al final ser un tiempo perdido.
Lo más interesante de todo esto es que los cuatro no cabrían juntos en un espacio reducido, correría la sangre.
Y con cosas de la vida quiero despedir esta etapa que he tenido de un poco melancolía y burda autocompasión, es momento de que me ponga mi sombrero de Forastero y emprenda el camino desconocido, hombre que si al final termino en un despeñadero siempre tendré algo que contar.