Cuando en Noviembre de 1793, María Antonieta de Austria, última reina de Francia, subía al patíbulo para ser guillotinada, dejando atrás una vida ardiente y convulsionada por una revolución que instauraría a la primer República Francesa, esta nunca imaginó que seis décadas después una extranjera igual que ella se coronaría emperatriz de Francia, que recordaría su vida y haría renacer la moda neoclásica en el país, esta mujer fue una bella condesa española, conocida por la historia como Eugenia de Montijo, emperatriz de los franceses.
Un aristócrata español afrancesado, a fin a la causa bonapartista quien luego de algunos años en el exilio vuelve a su país gracias a una amnistía decretada por Fernando VII luego de la sangrienta guerra de independencia, Cipriano Guzmán Palafox y Portocarrero, y María Manuela Kirkpatrick, hija de un comerciante escoces quien había logrado ser nombrado cónsul estadounidense en Málaga. Un matrimonio incluso dicen por conveniencia, ya que Don Cipriano no era del todo atractivo, cojo y sin el ojo izquierdo, cosa que no le preocupo en lo absoluto a Doña María Manuela ambiciosa. Tres hijos tenían un varón que murió joven, María Francisca de Sales y su hija menor, quien según cuentan nació el 5 de mayo de 1826, en el barrio de Gracia en Granada España. Según dicen nació en el jardín del palacio de sus padres luego de un tremendo terremoto que sacudió la ciudad y los corazones de sus moradores, sus nombres fueron María Eugenia Ignacia Augustina y sus apellidos pomposos de Guzmán Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, Condesa de Teba.

Aunque su infancia la pasa en la ciudad de Granada, a los cuatro años se traslada a Madrid, sin embargo nunca olvido su tierra natal y en su juventud la visitaba con su padre.En 1834, por la muerte de su cuñado sin sucesión directa, María Manuela quedó convertida en condesa de Montijo y duquesa de Peñaranda, con acceso directo a palacio. Desde entonces Dedicaría todos sus esfuerzos a conseguir ventajosos matrimonios para sus dos hijas: Francisca y Eugenia figurando entre las gentes de la nobleza y los círculos artísticos, la condesa promovió en su casa de Madrid continuas reuniones, tertulias y fiestas, siendo la introductora en España de los bailes de disfraces. En 1837 se traslada con sus hijas a Paris para educarlas en el Colegio del Sagrado Corazón

En la París, la Condesa siguió con el mismo ritmo de vida, relacionándose con los círculos más exclusivos de la ciudad, es ahí donde se le relaciona con algunos de sus amantes, entre los que se cuenta el escritor Prosper Mérimée, es por eso que se cree que Doña María Manuela inspiró a su “Carmen” la obra inmortal del autor. En París la Condesa de Montijo fue bien conocida, y sus hijas igual, vistas como las testaférreas de las advenedizas inclinaciones casamenteras de su madre, cuyos frutos no tardaron en verse. La condesa y sus hijas alternaban su vida en París con estancias en Madrid donde en 1839 murió don Cipriano, y Granada.

Luego de la estancia en París que duro los años de educación de Francisca y Eugenia, Doña María Manuela se asienta en Madrid, donde ofrece cada domingo en su quinta de Carabanchel reuniones elegantes a la flor y nata de la capital española, obsesionada por el porvenir de sus hijas y a este propósito invitaba los más codiciados solteros de la nobleza y la alta sociedad. Las audacias casamenteras de la condesa llegaron a hacerse insoportables incluso para sus hijas. Entre los que rondaban a las señoritas de Montijo destacaban dos, que gozaban de la predilección de la condesa por tratarse, según ella misma admitía sin recato, de los mejores partidos de España: Jacobo Fitz-James Stuarty Ventimiglia, duque de Alba, y Pepe Alcañices, duque de Sesto.
Francisca de Sales –llamada familiarmente Paca- era la primogénita; una morena cuyo carácter dulce, sosegado y espiritual contrastaba con el de su hermana, un solo año menor, de cabello rojizo, vocinglera, vivaz y segura de sí misma; por tanto a Eugenia no cayo en nada bien cuando por fin el Duque de Alba, quien un tiempo estuvo indeciso entre las dos hermanas, se decidió por Francisca de Sales, por su languidez y belleza, Eugenia tan afectada estuvo, impulsada por su carácter a veces insoportable, intento suicidarse con cabezas de palillos de fósforos diluidos en leche, lo cual me hace mucha gracias, me da la impresión de que era berrinchuda. Sin embargo el hecho no solo afecto a Eugenia, cuando en 1847 Doña María Manuela logra hacerse con el título de la camarera de la Reina Isabel ll, orgullosa con su hija Duquesa de Alba y la belleza de Eugenia, la alta sociedad no disimuló su desagrado hacia las Montijo, por lo cual Manuela orgullosa, renuncia y se traslada París, sin imaginar siquiera que las premoniciones para Eugenia, se harían realidad.


Una anécdota, relatada por la propia Eugenia, animo a su madre a seguir en su carrera por los buenos matrimonios. Fue en Granada. Una tarde subíamos al Sacromonte y varias gitanas nos acosaron pidiendo limosna. Una de ellas quiso decirme la buena ventura. Mi aya no la dejaba pero ella insistió: “Aunque no me muestre la mano, yo sé que esta niña será más que reina…” Estas palabras quedaron grabadas en mi mente. Cuál no sería mi sorpresa cuando años más tarde, en París, el abate Boudinet, reputado quiromante, durante una fiesta insistió en leerme las líneas de la mano y luego me confió, asombrado: “¡ He visto en su diestra una corona imperial !”.

Se proclama como presidente a Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del gran Emperador Napoleón, un príncipe de la mal llamada según yo, “Casa Bonaparte”, conoce a Eugenia en un baile en 1849, Napoleón un mujeriego con varias amantes oficiales, al principio hechizado por la belleza de Eugenia con su cabello rojizo su esbelto rostro y elegante figura, pierde pronto interés en la joven dado su vicio por las amantes oficiales y la negativa de Eugenia a sucumbir en sus encantos.
En este punto a veces siento que muchos autores que hablan de Eugenia se contradicen, por un lado tenemos a la Eugenia del Duque de Alba y el Duque de sesto, enfurecida por el desprecio del primero y luego deprimida por el engaño del segundo quien era un mujeriego de lo peor y desistió de sus intentos de matrimonio. Para muchos este fue su desencanto de los hombres y el objeto de conflicto con su madre cuando en París se negaba a acceder a sus pretendientes e incluso a uno de los mejores, el Presidente Napoleón.

Su madre y Napoleón la dejan en paz por un tiempo. Sin embargo, en París, en una época donde el cotilleo era lo del día mediante los pasquines, Eugenia era objeto de rumores y burlas, precedida por las historias de su madre, rumores de un suicidio y habladurías sobre su fingida timidez y devoción católica, su carácter neurótico, los amoríos con los amantes de su madre y el libertinaje con que vivió en su juventud, en la corte de Isabel II. La llamaban “La Señorita de Montijo” debido al titulo heredado por su madre y con el ánimo de mofarse de su decencia, pronto Eugenia fue mal vista en los bailes y reuniones de la alta sociedad.
Esto no fue obstáculo para Doña María Manuela, cuando en 1852 el príncipe – presidente era proclamado Emperador de los Franceses con el nombre de Napoleón III. Doña María Manuela al enterarse, y saber el interés del ahora emperador sobre su hija, se puso manos a la obra, tenía que conseguir por cualquier motivo un matrimonio, aunque para ello tendría que doblegar también a la propia Eugenia. El emperador nuevamente enardecido de pasión por Eugenia pronto le sede su lugar en los bailes y cenas de gala, causando gran revuelo en el arto círculo de la corte imperial.
La división por las intenciones del Emperador por desposar a la Señorita de Montijo llamada también “La Española” no se hicieron esperar, el clan Bonaparte y la corte se inclinaban por que el emperador se casara con una princesa de linaje real, considerada para ello a Adelaida de Hohenloe-Langenburg nieta de Victoria I de Inglaterra, y aunque algunos dicen que Napoleón III fue despreciado por Adelaida, otros afirman que él fue quien se negó a concertar un enlace, insistiendo en la Señorita de Montijo.
Por un lado las damas de los más altos cargos en la corte imperial la despreciaban, la llamaban desvergonzada, arribista, mujerzuela y aventurera, no disimulaban su desagrado ante la presencia de Eugenia ni siquiera sus comentarios. En una ocasión, durante una fiesta de fin de año a la que Eugenia fue invitada por el emperador, fue empujada por una dama esposa de un alto funcionario al negarse a darle el paso a una aventurara, Eugenia no pudo más, le confió al emperador sus pesares, asegurándole la seguridad de su reputación y el deseo de marcharse de la corte.
Ante esto el Emperador días después le pide su mano mediante una misita a Doña María Manuela, la cual accede gustosa, el emperador defiende su elección ante el Parlamento y la nación y se confirma la boda. Para muchos este fue el triunfo de Eugenia sobre su hermana, su eterna rival, a quién escribió la misma noche en que se oficializara su compromiso con el emperador, manifestando su deseo de llegar a ser como Blanca de Castilla y Ana de Austria, inclinándose por su País y su Granada, la tierra que amó.

El 29 de enero de 1853 a las nueve de la noche, en el palacio de las Tullerías, donde María Antonieta vivió sus últimos días de Reina, se llevó a cabo la boda civil. El 30 de enero en la Catedral de Notre Dame la fastuosa boda religiosa. Eugenia se convirtió en emperatriz. Desde ese primer instante llevaría a cabo su propia carrera, conquistar al pueblo francés, en el atrio de la iglesia, vuelta hacia la muchedumbre, Eugenia, tercera emperatriz de Francia, ostentando sobre su frente la diadema que habían llevado sus dos predecesoras Josefina y María Luisa, se inclinó ante su pueblo, en la primera de aquellas sus reverencias que habían de hacerse famosas en el mundo. Sería un primer gran gesto político y en aquel momento la turba la amó.
Este sentimiento se vio aumentado cuando la nueva Emperatriz hizo entrega para caridades de los seiscientos mil francos que la Municipalidad parisina le regaló para diamantes, con dicha cantidad se fundó en el arrabal de San Antonio el asilo Eugenia-Napoleón para muchachas pobres en número de trescientas. Igual destino tuvieron los doscientos cincuenta mil francos regalados por su marido. Eugenia tenía 26 años y Napoleón 45 años, una diferencia de edad que no se debe pasar por alto y nos revela un poco las intenciones tanto de madre e hija en aquel matrimonio, una edad de ambos bastante madura para la época, si con el fin se tenía concebir hijos.

Eugenia iniciaba así una nueva etapa en su vida, su talante calculador se vería enfrascado ahora en asuntos políticos.
Por su parte Doña María Manuela había visto finalizada con éxito la gran empresa de su vida, sus dos hijas con grandes matrimonios.
Una Duquesa de Alba y la otra Emperatriz de Francia.
Esto no es todo lo que hay que decir de Eugenia, aún queda dos partes que espero disfruten, critiquen, amen u odien a Eugenia de Montijo, la última Emperatriz de Francia.
Fuentes:
“Eugenia de Montijo (Dinastía Bonaparte)” http://dinastias.forogratis.es
“Doña María Manuela Tiene dos hijas…” www.elsitiodeconcha.wordpress.com
“Eugenia de Montijo: Emperatriz de Francia I y II” www.mujeresdeleyenda.blogspot.com
“La Pasión de Eugenia de Montijo” www.ideal.es
Muy bueno, conoces muy bien la vida de Eugenia, » Ugenia» le llamaba el emperador que no pronunciaba bien su nombre ( o no quería ).
En Castilla en la provincia de Burgos hay un pueblo precioso a la rivera del río Duero. Se llama Peñaranda de Duero, allí está el palacio que fue de los duques de Alba por el matrimonio de Paca con Jacobo Fitz James Stuart. Esto viene a cuento por el ducado de Peñaranda que ostentaba la familia de Eugenia.
En cuanto a la petición de matrimonio hay una anécdota que he leído en varias biografías de ella,
Eugenia estaba asomada en el balcón de su residencia en París, el emperador va a visitarla y al verla asomada le pregunta:
¿ Que puedo hacer para llegar hasta vos ?
Como su alcoba estaba pegada a una capilla del palacio esta le responde:
Pasar por la capilla.
Esto le hizo mucha gracia al emperador que se quedó con la copla y supo a que atenerse.
Excelente entrada, documentación y soltura. De verdad, nada que añadir salvo que es interesantísimo
Besos
muchas gracias espero sigas comentando las siguientes entradas, luego viene otra de eugenia, sigue sissi y por ultimo carlota…