
La tarde era gris, nubes amenazadoras se dibujaban en el oeste, la torre de la iglesia de Telpaneca se yergue erecta sobre pilares romanos majestuosa, mientras la procesión salía precedida por el sonoro repique de campanas.
Neyda vestía de blanco, una cinta azul pendía de su cuello, apenas y resaltaba en medio de la niñas que como ella formaban parte de la congregación de las Hijas de María. Neyda entonaba los cantos y alabanzas a la Señora que vestida de blanco, se apareciera en 1917 a una niña campesina de su misma edad en un país lejano llamado Portugal, en un pueblo chiquito, llamado Fátima. Neyda, se sentía Jacinta Marto, y en cualquier rostro veía a Francisco y Lucía.
Neyda sentía formar parte de la corte de ángeles que precedían a la pequeña imagen de la Señora de blanco. “Fátima” un nombre mágico como lo sería ese día para ella durante muchos años.
“El papa, el papa” Neyda empezó a escuchar voces, voces, susurros, cuchicheos, las matronas que dirían los cantos interrumpían su entonada alabanza y prestaban atención, “el papa, el papa, el diablo, santísima” palabras como esta y las expresiones en los rostros facilitaron a Neyda entender que en el ambiente flotaba una tragedia.
La procesión continuó en medio de cantos entrecortados y voces asustadas y otras preocupadas. Neyda, la pequeña Hija de María busco el rostro de su madre, también cantaba, absorta, pero sus ojos no lo estaban, viajaban de un lado a otro, se habían convertido en sus oídos ópticos.
La procesión continuó y llegó a su fin, al entrar en el templo, Neyda junto con las demás hijas de María se ubicaron en las primeras bancas de la iglesia. Monseñor Ernesto Gutiérrez, tomó la palabra, y con la preocupación en su voz dijo: “El Papa Juan Pablo II fue víctima de un atentado en la plaza de San Pedro en roma, hay que estar pendiente de las noticias, sin embargo los invito a orar en este momento por el, por su salud, y para que Dios y la Santísima Virgen protejan nuestra Iglesia y a su líder”
Neyda apenas y comprendió lo que el sacerdote vestido de sotana crema había dicho. Juan Pablo II, si, apenas hace dos años en su mundo había entrado ese nombre, el nombre del nuevo Papa, el líder de la Iglesia Católica, cuyo verdadero nombre era uno que se la antojaba imposible, apenas lo supo decidió olvidarlo. Juan Pablo II, víctima de un atentado, atentado, una palabra aunque si nueva, pero no difícil de adivinar su significado, algo malo, terrible. Y si él, el Papa, el Santo Padre, fue víctima de eso, hay que preocuparse.
Neyda se arrodilló, y en su memoria quedaría grabado para siempre ese momento, el primer momento de su vida que era consciente de estar dirigiendo una verdadero petición a Dios, ese Dios que jamás había visto pero que le aseguraban que existía y que vivía en el cielo. Elevó sus ojos hacia arriba pero se topó con el techo de madera con vivas pinturas de flores, dirigió su vista hacia el Cristo sufriente en la cruz pero pensó que estaría muy ocupado sufriendo que no la escucharía, entonces se fijó en la Señora de Blanco, le pidió de corazón por el Papa, porque no le sucediera nada malo, y que no se muriera, posibilidad que nadie había mencionado pero que flotaba en el aire imposible de lograr.
Dos años y algunos meses después, el Papa Polaco visitaba Nicaragua, en la futura Plaza que llevaría su nombre en Managua, Juan Pablo II transformado ahora en un mártir, en un héroe para la cristiandad, resultado contrario a los conspiradores ocultos en las sombras del norte, seguía luchando, esta vez contra los problemas que entonces agobiaban Nicaragua, alzando su voz por la paz y el respeto, por el respeto a sus ideas y las de la Iglesia. Neyda, en los hombros de su padre, perdida en medio de la multitud que atiborraba la plaza, en medio de olas de banderas rojo y negro, y uno que otro crespón azul, blanco o amarillo, viendo de lejos la figura diminuta a la distancia del hombre con mitra y casulla blanca fuerte y de voz firme, y agradeció de nuevo a la Señora que le pidió a Dios que su oración humilde fuera escuchada.
A la distancias de los años vividos y cuando el peso de la vida agobiaba hasta lo imposible sus convicciones, Neyda recordaba aquel Mayo 13 de 1981, el primer día de su vida en que elevó una oración generosa al portento invisible, entonces levantaba su rostro y cerraba sus ojos, y se veía así misma ante la Señora de blanco, tras ella una luz fulgurante, elevaba su petición, y seguía su camino en la vida, con nuevas esperanzas.
Un relato muy emotivo, un flashback para muchos a los que tus palabras nos han hecho revivir imágenes.
Besos
Besos para ti tambien…
Me parece que narras muy bien el atentado del Papa de aquél 13 de mayo en Fátima. Recuerdo perfectamente el momento y como me enteré. Era a la salida del colegio de mi hijo, las madres no hablaban de otra cosa esa tarde de mayo a las 17 h. Yo iba a buscarle y me encontré a allí en la puerta con mi hermana que iba a por sus hijas, Carola era muy pequeña tenía unos meses y yo la llevaba en su cochecito. Sentimos estremecer nuestro corazón y todas por dentro le pedimos a Dios por él.
Me ha parecido muy bonita la historia de Nayda y como ella gracias a sus oraciones pudo verlo en Nicaragüa un año después.
«Juan Pablo amigo el pueblo está contigo», eso le decían los jóvenes.
Ahora ese gran ser humano está en el sitio que él se ha ganado con su comportamiento en esta tierra.
Ojalá todos los Papas de la Iglesia fueran como él.