Capuchino con pajilla

Desde mi época de estudiante, tiempos de penurias, pero también de muchas satisfacciones, visito con frecuencia la Repostería Gutiérrez en Estelí. No es un lugar de lujo y quizás no sea tan confortable, pero a mí y a muchos de mis ex-compañeros universitarios nos encantaba.

Siendo fiel a mis gustos, cada vez que visito la ciudad de Estelí, siempre es parada obligatoria dicha repostería, y aunque a veces no me quede tiempo de quedarme a saborear un capuchino, si paso comprando el pan de ajo que es una delicia y a mi madre le fascina.

Pues bien, no hace mucho, en una de mis acostumbradas vivistas a Estelí, cuyo motivo era más diligencias que confort, asoleado por la pesada hora de las dos de la tarde, decidí hacer mi última parada en la ciudad, en la “Gutiérrez” antes de dirigirme a la terminal norte para abordar la unidad de autobús.

Entre, una de las jóvenes que atendían me pregunto que deseaba y de forma automática pedí un capuchino, pero algo sucedió en mi cerebro, algo que no podría explicar, son una de esas órdenes que alguien desconocido emite muy dentro de mí. Y como yo no soy un “Ent”, los seres mágicos, los árboles protectores que creo Tolkien y que están dotados de un razonamiento casi desesperante, obedecí la orden sin chistar y le pedí a la joven que me atendió: “por fa, me pones una pajilla”.

La joven siguió sonriendo, pero casi pude advertir en el conjunto de labios rosados y dientes increíblemente blancos que formaban sus sonrisa, una burla sutil, burla que seguro tampoco pidió permiso para salir a la luz, burla que desapareció tan pronto como apareció y se trasmutó en complicidad, en travesura infantil, en el cumplimiento de una petición inocente.

Me senté en una de las mesas a esperar mi café, además de los clientes que entraban y salían del establecimiento, había dos muchachas jóvenes en el otro extremo del espacio reservado a las mesas, y frente a la mía había un hombre ya mayor.

La muchacha tardo uno minutos y luego apareció con mi espumoso capuchino, y lo llevaba sin pajilla, pero sonreía sin parar, me fije que sus ojos eran verdes, muy grandes y de bonita forma, sonreía, puso la copa de capuchino en la mesa y luego me dijo en voz alta “ya le traigo la pajilla”, no tardo nada y yo ya tenía mi pajilla o popote, y lo que sigue, a saborear mi capuchino.

La historia no termina ahí, las dos jóvenes que estaban en el otro extremo de la mesa intercambiaban miradas entre ellas y murmuraba y de cuando en cuando me veían a mí, tarde en darme cuenta que el hombre mayor que estaba frente a mi mesa, me lanzaba miradas también. Cuando has estado en contacto directo con las criticas mal intencionadas y las intolerancia, es imposible no pasar desapercibido detalles como este en tu diario  vivir. La muchacha que me atendió, seguía atendiendo a los clientes y siempre que se encontraba con mi miraba, desplegaba todo el esplendor de su sonrisa, fue entonces cuando noté que no era porque yo le gustará o que me estuviera coqueteando.

Que era motivo de tantas gracias, andaba vestido pues, bien, pantalón negro camisa negra y mis conversse grises con costuras rojas, no andaba como payaso, y bueno no soy un manojo de monerías pero a mi mami tampoco la asusté al nacer. Pensamientos como esta pasaban por mi  mente, aun inmadura a pesar de tanto camino recorrido. Como siempre a la defensiva, como si importara en realidad defenderse.

Terminé mi capuchino y me quedé viendo el fondo de la copa de vidrio transparente, perdido en mi inconciencia, y lo entendí, era la pajilla. Claro, a quien se le ocurre beber café con pajilla, y peor si se trata de un capuchino, cuando la gracia del mismo es sentir en tus labios la lustrosa espuma del dichoso café. Solo a alguien fuera de lugar, loco o raro, se le ocurriría beber café capuchino con pajilla, y bueno tal vez no sea tan descabellado para el resto de mortales, pero para las personas que me vieron ese día bebiendo mi café capuchino con pajilla les pareció, loco y muy muy gracioso.

Y bueno, he ahí una pequeña representación de nuestra sociedad, si alguien inventa algo nuevo por comodidad, locura o porque simple y sencillamente siguió sus impulsos, y de repente quiera beber sopa con tenedor aunque sepa que nunca terminará, correrá el riesgo de terminar en un psiquiátrico por que no cumplió las reglas, o bien puede imponer una nueva moda, un nuevo modus vivendi, una nueva regla y en el futuro todo mundo beberá sopa con tenedor.

Así es nuestra sociedad, hay reglas que se instituyen, y hay que seguirlas, y muchas veces la reglas que son sustituidas por otras, para adecuarse a los tiempos, no cumplen las expectativas de todos y se vuelven imperantes por que deben de seguirse, suprimiendo la libertad de la, tal vez, minoría que siempre estará en desacuerdo.

Por mi parte yo seguiré visitando “La Gutiérrez” y si tengo la suerte de que la muchacha de ojos verdes y dientes blancos me atiende, ella sabrá que hacer demás cuando le pida un capuchino, igual, las pajillas y popotes se hicieron para hacer más fácil el proceso de beber, y beber no se limita a los refrescos o tragos, porque no también el capuchino. Por lo menos habrá una regla que he roto en mi vida y eso me hace sentir bien, y me acercará un poquito más a la libertad.

Autor: Aldo Gutiérrez Aldana

 

14 comentarios en “Capuchino con pajilla

  1. Se me olvidaba Aldo, tomate las cosas como te plazca. Si quieres tomarte un capuchino con una paja, (en España es corriente tomar los cafés servidos en copa así ), pues hazlo.
    Pasa de todo, con eso no haces mal a nadie, sin embargo el señor y las chicas que no te quitaban ojo si me parecen bastante cotillas.
    Vive y deja vivir.
    ¡ Que hubiera sido del mundo si la gente creativa no se hubiera saltado las normas establecidas !

    1. Tienes toda la razón, que seriamos si a Guttember no le hubiera dado por crear la imprenda aún a costa de muchas cosas, o de Isaac Newton y Da Vinci y Miguel Angel, todos en su tiempo visto como vichos raros jajajajaj… Gracias mi buena amiga..

  2. Me ha gustado mucho como has narrado el suceso. Me parece haber estado observandote allí en una mesa cercana. Lo has contado con mucho sentido del humor, me imagino la escena, ja,ja,ja….
    Lo importante es que a tí te apetecia tomarte el capuchino con una paja ( pajilla es España es una palabra con doble significado, ¿ Lo sabías ?, je,je….), seguro te supo a gloria el café.
    Espero que la próxima vez que vayas te atienda misma chica de ojos verdes, seguro que te recuerda.
    ¡ Quien sabe, lo mismo surge una bonita amistad…..!

    1. El inicio de toda historia siempre es bastante común o bien fuera de lo común jajaja. Con lo del doble sentido, acá en Nicaragua es «Paja». Y gracias, que bueno que te gustara, y la muchacha de ojos verdes ummm si volveré y ojala ella me atienda y me siga sonriendo asi jajajaja…

  3. Aldo, no sabes lo que disfruté leer tu artículo sobre el capuchino con pajilla. ¡Tienes la facultad de expresar muy fielmente tus emociones, ideas y sentimientos, con un lenguaje sencillo y a la vez elegante y gracioso!.
    Felicidades!

  4. Aja y que me decis que a mi me encantaba ponerle azucar a los frijoles recien cocinados y saborer el juguito dulce muy dulce al igual que ponerle sal a la tortilla.
    Innovaciones solo eso, el mundo camina por que a alguien en un pueblo del norte de un pais llamado Nicaragua se le ocurrio tomar el Cappuchino con pajilla y un gringo patento la idea y ahora en todas las cafeterias del mundo se bebe Cappuchino con pajilla.

    1. jajajajajaja a mi hermana le gustaba hecharle el fresco al arroz hacia sopa, seguro sabia raro jajajaja, yo no fui mucho para las mezclas de comida fijate,, pero como tu dices innovaciones innovaciones….
      y ahora será Cappuchino a brujo blanco jajajajaaj…

  5. Hola Aldo, estoy escribiendo este comentario con otro correo ya que el de gmail que siempre pongo no me lo acepta.

    No creo que seas raro porque bebes el capuchino con pajilla, créeme que todas las personas alguna vez hemos hecho algo diferente que a los demás no están acostumbrados, por ejemplo hay personas que le gusta comer arrimados a la pared y aunque hayan sillas no las usan porque se sienten bien así, otras beben café con cuchara, otros se sientan de una forma no muy común, otros les gusta sentarse en el piso, otros inventan palabras, en fin y otras cosas más. Si estas personas son raras, creo que más de alguna ves todos hemos sido raros.. 😀 . Creo que todos hemos tenido un momento que nos sentimos bien haciendo lo que más nos agrada.

    1. Creo que tiene mucha razon, pero cuenteme que ha hecho ustede fuera de lo común, la conozco y me parece tan recta y precisa que no la imagino haciendo una locura jajajajaja…

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