
Desde Jezabel a Nefertiti, de Cleopatra a Mesalina, de las Isabel hasta las Marías, de María Antonieta a María de las Mercedes, de Ana Bolena a Ana de Austria, de Catalina de Aragón a Catalina de Rusia, todo es que hayan llevado una tiara y me cautivan.
Soy consciente de que si hoy existiera la misma forma de pensamiento que dominaba al mundo antes de la Revolución Francesa, yo solo sería un plebeyo sin mayor oportunidad más que la que me permitiera mi señor, conde, duque, marques o rey. Sé que si hubiera vivido en la época de en que cualquiera de las mujeres mencionadas anduvieron por la tierra, no hubiera merecido de ellas ni siquiera una mirada, y por eso el pueblo de Francia lucho con corazón y sangre para que hoy, por lo menos en teoría, contáramos como iguales ante los soberanos del mundo y las nuestras soberanas reales se llamen “Libertad” ó “Igualdad”.
Pero la verdad no puedo explicar porque siempre he sentido fascinación por las mujeres que ostentaron tiaras durante sus vidas, y merecieron el titulo de Princesas y Reinas, convirtiéndose en la clásica figura romántica de lo femenino.
Muchas mujeres no merecieron ni siquiera ostentar los apellidos que nobiliariamente les daban la pigmentación “azul” de su sangre. Muchas fueron unas malnacidas que contribuyeron al sufrimiento de sus pueblos, al derramamiento de sangre, a guerras. Pero muchas otras verdaderamente lograron afianzar su autoridad, convertirse en sinónimos de progreso, así en las tierras que gobernaron, aún hoy son recordadas como mujeres y soberanas dignas, regias y justas.
Desde niño, en la primaria, “Isabel de Castilla” ó “Isabel la Católica” figuraba en los libros de historia, como la mujer que de forma inteligente lego a Cristóbal Colón sus joyas para que emprendiera su empresa que regalo a España las colonias que conformarían su imperio. María Antonieta apenas y era mencionada como la frívola soberana francesa que provoco con sus excesos el enardecimiento del cuerpo, Ana la francesa de los mosqueteros simbolizaba a través de la pluma de Dumas se figuro en mi mente como la amante clandestina, sacrificada y bella.
En fin, a pesar de los pros y los contras, siempre me fascinaron, el hecho de llevar el apelativo de reina, era suficiente para captar mi atención y me llevara a perderme en los anales históricos hasta dar con sus vidas, sus tristes decisiones o sus actividades poco prudentes como las que volvieron famosa a Mesalina.
Mujeres, mujeres, un orgullo para la historia de la humanidad, por su inteligencia y vivacidad, que buenas o malas, siempre jugaron un papel importante, claro, esto para aquellas que pudieron tener un poco de poder, y se valieron de él para dejar su huella en la historia.
jeje… me gustó. Qué bueno que reconocés que sos un obsesionado de las reynas…jejeje… Pero no creo que sea un problema, es tu talento de historiador! 😀
Todo loco con sus obsesiones no es así Waldir, bienvenido, ya se te extrañaba por aca…
En realidad poco tengo que añadir, creo que ya lo has dicho tu todo con tu post.
Es historia y como tal tiene que tratarse, la historia de Europa va ligada a historia de sus reyes, eso es así, por eso los que tenemos que hablar de historia tenemos que nombrarlos.
Son personajes curiosos, con vidas apasionantes a veces, vulgares otras, escandalosas en muchas ocasiones, en otros son vidas ejemplares.
Unos son víctimas de su tiempo, otros son verdugos.
En todo caso el tiempo que les tocó vivir es muy diferente del de ahora, por eso hay que contarlo para que la gente lo conozca y lo juzgue.
Si, el hecho es de que existieron, y conocer la vida de algunos es importante para comprender la sociedad actual… donde la Igualda, aunque sea utópica, está mas al alcance…